El principio de no hacer daño se extiende a
nuestras relaciones con los demás en la vida cotidiana. Es más, la benevolencia
es crucial en la enseñanza del Nuevo Testamento sobre el amor a los demás. Al
reflexionar en la ley de Dios, Pablo considera que el amor es el objetivo
detrás de muchos mandatos bíblicos: «El amor no hace mal al prójimo; así que el
cumplimiento de la ley es el amor» (Romanos 13:10).
Cada día, a medida que seguimos a Jesucristo
nuestro Salvador, enfrentamos decisiones que afectan la vida de los demás. Al
escoger un modo de actuar, tenemos que preguntarnos: «¿Esto refleja el interés
de Cristo en los demás o tengo una motivación egoísta?». Esta sensibilidad
demuestra el amor de Cristo, que busca sanar al herido y ayudar al necesitado.
Ocuparse de las
cargas de los demás nos hace olvidar las nuestras. (RBC)