En una playa de Uruguay, parte de unos
dedos gigantes de cemento aparecen en la arena señalando en dirección al
firmamento. Se los denomina «Monumento al ahogado». La gente del lugar lo llama
simplemente La Mano. Lo creó el artista chileno Mario Irarrázabal, para
advertir a los nadadores sobre el peligro de ahogarse. Este monumento se ha
convertido en una atracción turística, pero su verdadero propósito es recordar
sobre los peligros del mar.
La Palabra de Dios contiene sus propias
señales de advertencia. Hebreos, en especial, advierte sobre los peligros para
el alma: «Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de
incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros
cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se
endurezca por el engaño del pecado» (Hebreos 3:12-13).
El contexto habla de la incredulidad y
la rebelión de Israel en el desierto. Aunque eso sucedió varios siglos antes de
que se escribiera Hebreos, el principio espiritual sigue vigente: debemos
exhortar a los demás a resistir el endurecimiento del corazón por el pecado.
Las señales de advertencia son para
protegernos. Alabado sea Dios que nos dejó señales en su Palabra porque nos ama
profundamente.