Cuando mis pies ya no pudieron tocar más el
fondo, el tío Norm me levantó en sus brazos y me aseguró: «Yo te tengo. Yo te
tengo». Al rato, dijo finalmente: «Está bien, baja los pies. Aquí puedes
pararte». Yo tenía miedo porque pensaba que todavía estábamos en un lugar
profundo, pero confié en él y, felizmente, descubrí que estaba de pie sobre un
banco de arena.
¿Alguna vez estuviste tan desesperado que te
parecía que estabas hundiéndote en el agua profunda? Las dificultades de la
vida pueden ser agobiantes. Dios no promete que escaparemos de los mares
turbulentos de la vida, pero sí que no nos desamparará ni nos abandonará
(Hebreos 13:5).
Podemos confiar en que nuestro fiel Señor
está presente en todas nuestras luchas. «Cuando pases por las aguas, yo estaré
contigo; y si por los ríos, no te anegarán» (Isaías 43:2).
Antes que tu carga te
aplaste, confía en Dios y Él pondrá sus brazos debajo de ti. (RBC)