Para los seguidores de Jesucristo, también es
un error considerar ordinario lo extraordinario. Piensa, por ejemplo, en la
oración. ¡Podemos hablar en cualquier momento con el Dios Creador que, por su
sola palabra, hizo existir el universo! No solo somos bienvenidos ante su
presencia, sino que también se nos invita a entrar allí con confianza:
«Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16).
Acceder a Dios no tiene nada de ordinario;
sin embargo, a veces damos por descontado este privilegio. Él es el Dios
todopoderoso, pero también nuestro Padre que nos ama y nos permite invocarlo en
cualquier momento de cualquier día. ¡Esto sí que es extraordinario!
Dios siempre está
dispuesto a escuchar las oraciones de sus hijos. (RBC)