Una amiga y yo construimos un simulador
de flujos de agua para nuestro proyecto final de la clase de ciencia en la
escuela secundaria. Con mucha ayuda de mi padre, hicimos una larga caja de
madera contrachapada con una bisagra en el medio. La recubrimos con plástico y
la llenamos de arena. En un extremo, colocamos una manguera, y en el otro,
hicimos un agujero para drenaje. Después de armar todo, levantamos una punta
del simulador, abrimos el grifo y observamos mientras se formaba un camino
directamente hacia el agujero en la otra punta. El paso siguiente fue poner una
roca en medio del flujo de corriente y ver cómo cambiaba la dirección del agua.
Ese proyecto me enseñó tanto sobre la
vida como sobre la ciencia. Aprendí que no puedo cambiar la dirección de las
cosas si estoy en la orilla del río. Tengo que meterme en la corriente de la
vida y permanecer allí para desviar su flujo. Esto fue lo que hizo Jesús. La
Biblia se refiere a la salvación como una roca (2 Samuel 22:47; Salmo 62:2,
6-7), y el apóstol Pablo explica que Cristo es esa Roca (1 Corintios 10:4).
Dios colocó a Jesús en la corriente de la historia para cambiar su curso.
Cuando permanecemos firmes en Cristo,
trabajando intensamente en la obra del Señor, Dios nos utiliza para modificar
el curso de la historia mediante acciones obedientes que dirigen a otras
personas hacia Él.
«Asegúrate de poner tus pies en el lugar correcto; después, mantente firme». —Abraham Lincoln (RBC)