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Así es como Dios obra con nosotros. Él es el Maestro Artesano más grandioso, que toma los trozos desperdiciados y los fragmentos rotos de nuestra vida y los restaura para convertirlos en algo valioso y significativo. El profeta Jeremías describió esto cuando comparó la obra del Señor con la de un escultor que modela la arcilla: «Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla» (Jeremías 18:4).
Independientemente del desastre que hayamos hecho con nuestra vida, Dios puede remodelarnos para ser vasijas agradables a Sus ojos. Cuando confesamos algún pecado y nos sometemos obedientemente a Su Palabra, permitimos que el Maestro haga Su obra purificadora en nuestra vida (2 Timoteo 2:21). Es la única forma de que las piezas destrozadas de nuestra experiencia vuelvan a ser unidas y restauradas.
Las cosas rotas pueden convertirse en bendiciones si permites que Dios las arregle. (RBC)