La imagen bíblica de Dios como nuestro pastor es un poderoso recordatorio de cuánto nos necesitamos unos a otros en la comunidad de la fe. Al escribir sobre el éxodo de los israelitas de Egipto, el salmista dijo: «[Dios] hizo salir a su pueblo como ovejas, y los llevó por el desierto como un rebaño. Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor…» (Salmo 78:52-53).
Como parte del rebaño de Dios, los que hemos creído en Cristo estamos bajo Su mano instructora y guardiana, y también rodeados de la presencia protectora de los demás. Formamos parte de un cuerpo más grande de creyentes en el cual hay seguridad y responsabilidad.
Aunque seguimos adelante con nuestra obligación personal de pensar y de actuar como miembros del rebaño, debemos abrazar la idea de «nosotros» en lugar de «yo» en nuestra vida diaria. Con Cristo como nuestro Pastor y con los demás creyentes a nuestro alrededor, estamos seguros en medio del rebaño.
Como familia de Dios, la protección proviene de Él y de los creyentes entre sí. (RBC)