Hace poco, mientras miraba un video de una
reunión en una iglesia en Sudamérica, observé algo que nunca había visto.
Mientras el pastor invitaba apasionadamente a su rebaño a entregar su vida a
Cristo, uno de los miembros de la congregación sacó del bolsillo un pañuelo
blanco y empezó a agitarlo. Después, otro, seguido de varios más. Con lágrimas
en los ojos, estaban expresando su total
consagración al Señor.
Lo que no sé es si detrás de los pañuelos de
entrega había algo más. Me parece que estaban agitando muestras de amor a Dios.
Cuando el Señor le dijo a su pueblo: «amarás al Señor tu Dios» (Deuteronomio
6:5), lo hizo en un contexto de animarlos a consagrar sus vidas a Él.
Desde el punto de
vista de Dios, la vida con Él es más que simplemente intentar ser bueno.
Lo importante es la relación, donde la entrega es nuestra manera de expresarle
amor y gratitud al Señor. Jesús, en un asombroso amor hacia nosotros, se
entregó en la cruz para rescatarnos de nuestra impotente esclavitud al pecado y
colocarnos en un camino hacia todo lo bueno y glorioso.
¡No alcanzan las palabras para decirle a Dios
cuánto lo amamos! Por eso, demostrémosle nuestro amor consagrando nuestro
corazón y vida para seguirlo.
La consagración es el
lenguaje del amor de Dios. ( RBC)