Estas mismas cualidades las vemos en el
apóstol Pablo. Hechos 13–28 registra su coraje en una situación horrorosa tras
otra. Después de naufragar mientras viajaba para ser juzgado ante el César,
desembarcó al sur de Roma, donde lo recibieron muchos hermanos en Cristo
(Hechos 28:11-15). Lucas escribió: «… al verlos, Pablo dio gracias a Dios y
cobró aliento» (v. 15). Durante los dos años siguientes, ya prisionero, le
permitieron vivir en una casa alquilada por él mismo, donde «… recibía a todos
los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor
Jesucristo, abiertamente y sin impedimento» (vv. 30-31).
Cada seguidor de Cristo puede ser un dador
constante y un receptor de valentía. El Señor puede utilizarnos hoy para
animarnos y fortalecernos unos a otros.
Cuando las personas
te hablen sobre sus temores, comparte con ellos tu valentía. (RBC)