Habacuc
aprendió una lección similar. Cuando miró la vida desde un punto de vista
terrenal, le pareció que Dios era indiferente ante la maldad que invadía a la
sociedad (Habacuc 1:2-4). Pero el Señor le dio una perspectiva divina y le
mostró que la vida es más de lo que parece. Las acciones de los seres humanos
no pueden desviar los propósitos de Dios (2:3).
Aquellos
que no tienen en cuenta a Dios parece que prosperan en el momento; pero, en
última instancia, el Señor corregirá todo lo que está mal. Él actúa de manera
soberana en todo lo que sucede para que cada situación lleve a cabo su buen
propósito. Sin duda, los planes divinos se concretarán y lo harán en el momento
apropiado (v. 3).
Desde
nuestra posición en la vida, no podemos distinguir el panorama completo; por
eso, sigamos viviendo por fe y no por vista. Desde la perspectiva de Dios, todo
obra para beneficio del creyente y para honra de Él.
Nuestro
tiempo está en las manos de Dios; nuestra alma bajo su cuidado. (RBC)