La Biblia celebra el poder sin límites y el
conocimiento infinito del Dios que «cuenta el número de las estrellas» y «a
todas ellas llama por sus nombres» (Salmo 147:4). Sin embargo, el Creador del
universo no es una fuerza distante e insensible, sino un Padre celestial
amoroso que «sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas» (v. 3).
«El Señor exalta a los humildes» (v. 6) y «se complace […] en los que le temen,
y en los que esperan en su misericordia» (v. 11).
Dios nos ama tanto que «ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna» (Juan 3:16).
El escritor británico J. B. Phillips llamó a
la Tierra «el planeta visitado», donde el Príncipe de gloria todavía está
llevando a cabo su plan.
Nuestra esperanza para hoy y siempre se
fundamenta en el amor y la misericordia de Dios, quien llama a cada estrella
por su nombre.
Dios, que sabe el
nombre de cada estrella, también conoce el nuestro. (RBC)