Lo mismo se aplica a nuestra vida espiritual.
Cuando tratamos de descifrar el camino que el Señor quiere que transitemos,
necesitamos detenernos y orientarnos. Si no lo hacemos, es probable que
terminemos perdidos en lugares, situaciones o relaciones interpersonales
indeseadas.
Para ayudar a sus discípulos a andar por la
vida y abrirse paso a través de las trampas y las tentaciones del mundo, Jesús
solía decirles: Paren. Paren de quejarse, paren de juzgar por las apariencias,
paren de dudar, y crean (Juan 6:43; 7:24; 20:27). Para seguir a Jesús, a menudo
tenemos que ponerle freno a ciertas prácticas equivocadas. Al depender de su
guía, aprenderemos a ir por el camino que Él afirma que es el correcto.
El camino de Dios es
el sendero correcto. (RBC)