Espiritualmente hablando, debemos «quedarnos
donde estamos» y permanecer fieles a Dios aunque los demás nos presionen. El
rey Salomón tuvo que aprender esto a la fuerza. Comenzó su reinado pidiéndole a
Dios sabiduría (1 Reyes 3:9), y su oración al dedicar el templo reveló su
lealtad (8:23, 61), pero no mantuvo su consagración. Se casó con muchas mujeres
extranjeras que, a la larga, lo indujeron a adorar a otros dioses. Cerca del
final de su vida, «su corazón no era perfecto con el Señor su Dios» (1 Reyes
11:1-6; Nehemías 13:26).
En la actualidad, al igual que en los tiempos
antiguos, la gente puede inducirnos a ser desleales a Dios y su verdad. Sin
embargo, con la ayuda del Señor, podemos permanecer aferrados a la palabra de
vida (Filipenses 2:16). Si te sientes presionado a entrar en una peligrosa
intersección de creencias, estudia la Palabra de Dios, ponte su armadura
(Efesios 6:10-18) y pídele al Espíritu Santo que te ayude (1 Corintios
2:10-12). Después, permanece firme con tus hermanos en Cristo.
Para evitar que te
empujen hacia el error, mantente bien aferrado a la verdad. (RBC)