Imagina en qué condición tiene que haber
estado David para clamar a Dios de esta manera. Observa que se sentía
abandonado y olvidado: «¿Por qué estás tan lejos cuando gimo por ayuda?» (Salmo
22:1 ntv). También se sentía ignorado: «Dios mío, clamo de día, y no respondes»
(v. 2).
¿Te resulta conocido? ¿Alguna vez levantaste
los ojos al cielo y te preguntaste por qué parecía que Dios te había abandonado
o ignorado? Bienvenido al mundo de David. No obstante, por cada lastimero
clamor del monarca israelita, se menciona una característica de Dios que lo
rescata de su abatimiento. A través de todo eso, David descubre que el Señor es
santo (v. 3), confiable (vv. 4-5), su libertador y salvador (vv. 8, 20-21), y
su fuerza (v. 19).
¿Te sientes desamparado? Busca al Señor, repasa
sus atributos… y «se alegrará [tu] corazón con gozo eterno» (v. 26 ntv).
Aunque no sintamos la
presencia de Dios, su cuidado amoroso nos rodea. (RBC)