La historia del Titanic II es bastante
irónica, pero me hace pensar en el Titanic original y en el peligro de confiar
en el objeto equivocado. Los constructores de aquel transatlántico tenían plena
confianza de que su barco jamás se hundiría. Pero ¡qué equivocados estaban! Jeremías
nos recuerda: «… Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su
brazo, y su corazón se aparta del Señor» (Jeremías 17:5).
Todos somos tentados a buscar la seguridad en
personas o en cosas. ¡Cuán frecuentemente necesitamos que nos recuerden que
debemos dejar de confiar en cosas falsas, y poner nuestra fe en Dios! ¿Estás
confiando en otra cosa que no sea Él?
Los que ponen su
confianza en Dios nunca se decepcionarán. (RBC)