En 2014, una nave espacial estalló
durante un vuelo de prueba. El copiloto murió, mientras que el piloto
sobrevivió milagrosamente. Los investigadores determinaron lo que había
sucedido, pero no encontraban la causa. El título de un artículo periodístico decía:
«Siguen las dudas».
En la vida, experimentamos dolores que
no tienen explicación. Algunas catástrofes tienen consecuencias generales, pero
otras son personales, y afectan nuestra vida y la de nuestros familiares.
Queremos saber la razón, pero las preguntas superan las respuestas. No
obstante, aunque luchemos con los «porqués», Dios nos extiende su amor
inalterable.
Cuando Job perdió a sus hijos y su
riqueza en un mismo día (Job 1:13-19), se hundió en el enojo y la depresión, y
rechazó todo intento de explicación de sus amigos. Sin embargo, tenía
esperanzas de que, un día, el Señor le explicara. Por eso, en medio de su
confusión, dijo: «[Dios] conoce mi camino; me probará, y saldré como oro
(23:10).
Oswald Chambers escribió: «Llegará el
día en que el toque personal y directo de Dios explicará de manera amplia y
sorprendente toda lágrima y perplejidad, opresión y angustia, sufrimiento y
dolor, perjuicio e injusticia».
Ante las dudas de la vida, el amor y
las promesas de Dios nos ayudan y nos brindan esperanza.