Si los edificios pueden hallar vida y propósito renovados, ¿por qué no la gente? Piensa en aquellos personajes bíblicos cuyas vidas dieron un giro inesperado. Allí estaba Jacob, que luchó contra el ángel del Señor (Génesis 32); Moisés, que habló con una zarza ardiente (Éxodo 3); Pablo, que estuvo temporalmente ciego (Hechos 9). Sus historias eran distintas, pero todos experimentaron un cambio de objetivo cuando su encuentro con Dios los guió por un camino nuevo.
Nosotros también podemos atravesar circunstancias que transformen el curso de nuestra vida. No obstante, Dios nos recuerda lo siguiente: Yo te amé antes de que tú me amaras. Quiero darte esperanza y un futuro promisorio. Entrégame todas tus preocupaciones porque yo te cuidaré. (1 Juan 4:19; Jeremías 29:11; 1 Pedro 5:7; Juan 10:10).
Cuando te aferres a las promesas de Dios, pídele que te muestre una nueva dirección y propósito en tu vida.
Mantén la mirada en Dios y no perderás de vista el propósito de la vida. (RBC)