Todos los años, cuando cantam el himno
nacional y disfrutam viendo los brillantes diseños que forman las «bombas que
estallan en el aire», recuerdo que la mayoría de las bombas son mortales y no
hermosas como las de los fuegos artificiales. Aunque ambas tienen sustancias
similares, unas intentan matar, mientras que las otras buscan entretener. En
esta metáfora, vemos un ejemplo de cómo una misma cosa puede usarse tanto para
el bien como para el mal. En manos de personas capaces, cuidadosas y
compasivas, algo peligroso se torna maravilloso. Pero lo opuesto también es
verdad.
La libertad (que hoy se celebra con fuegos
artificiales) también puede usarse para el bien y para el mal. Como creyentes
en Cristo, estamos libres de las restricciones de la ley mosaica, pero la
Biblia nos advierte que no usemos nuestra libertad espiritual con propósitos
egoístas: «… no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por
amor los unos a los otros» (Gálatas 5:13).
Solo algunas personas tienen libertad
política y religiosa, pero todos los creyentes gozan de libertad espiritual. No
debemos usarla como un arma para imponer nuestra voluntad a los demás, sino
para mostrar la gloria de la voluntad de Dios.
La libertad no da
derecho a hacer lo que uno quiere, sino lo que Dios desea. (RBC)