Cuando Julia reconoció que se iba, Sumaya
pensó un instante y exclamó: «Nos quedaremos totalmente vacíos. ¡Se irán
todos!». Julia volvió a asentir. La niñita pensó otro poco y agregó: «Pero Dios
estará con nosotros, así que no estaremos totalmente vacíos».
Si somos sinceros, conocemos ese sentimiento
de «totalmente vacíos». Es un espacio que no pueden satisfacer las amistades,
el amor, el sexo, el dinero, el poder, la popularidad ni el éxito; un anhelo de
algo indefinible, incalculablemente precioso, pero que no está. Toda cosa buena
puede traernos a la mente, atraer o despertar en nosotros un mayor deseo de ese
escurridizo «algo más». Lo más cerca que llegamos de alcanzarlo es solo un
indicio, un eco, un cuadro, una escena… Y después, desaparece. «Nuestras
mejores pertenencias son los deseos», afirmó C. S. Lewis.
Fuimos hechos para Dios, y al final, nada
fuera de Él nos satisfará. Sin Él, quedamos totalmente vacíos. Solamente Cristo
satisface nuestra ansia con cosas buenas (Salmo 107:9).
«Dios no puede darnos
felicidad y paz fuera de Él, porque no está en otro lado». C. S. Lewis (RBC)