En 2 Timoteo 2:6, Pablo compara la obra
de un ministro del evangelio con la de un agricultor. Le escribió a Timoteo
que, como en la agricultura, hacer discípulos puede ser una labor difícil e
incesante. Aras, siembras, esperas, oras. Deseas ver pronto los frutos de tu
trabajo, pero el crecimiento lleva tiempo. Y, como lo ilustra acertadamente el
proverbio chino, cualquier esfuerzo para acelerar el proceso será inútil.
William Hendriksen declara: «Si Timoteo […] se esfuerza al máximo para llevar a
cabo la tarea espiritual que Dios le ha encomendado, […] verá en la vida de los
demás […] el principio de ese fruto glorioso que se menciona en Gálatas
5:22-23».
Mientras trabajamos fielmente,
esperamos con paciencia en el Señor, quien hace que las cosas crezcan (1
Corintios 3:7).
Nosotros sembramos la semilla, y Dios produce la cosecha. (RBC)