«Dios nunca nos da más de lo que
podemos soportar», le dijo alguien a un padre cuyo hijo de cinco años acababa
de perder su batalla contra el cáncer. Estas palabras, que tenían intención de
alentarlo, lo deprimieron y le hicieron preguntarse por qué no podía «manejar»
la pérdida de su pequeño. El dolor era tan grande que apenas podía respirar. La
angustia era demasiado para él y necesitaba desesperadamente que Dios lo
abrazara fuerte.
El versículo que algunos usan para
respaldar esa frase es 1 Corintios 10:13: «Dios […] dará también juntamente con
la tentación la salida, para que podáis soportar». Pero su contexto es la
tentación o la prueba, no el sufrimiento. Podemos decidir salir de la prueba
que el Señor envía, pero no podemos hacer lo mismo con el sufrimiento.
El propio Jesús deseaba encontrar una
vía de escape a su futuro sufrimiento, cuando oró: «Mi alma está muy triste,
hasta la muerte […]. Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa…» (Mateo
26:38-39) . No obstante, de manera voluntaria, sufrió esa experiencia para
darnos la salvación.
Cuando la vida parece imposible de
soportar, es entonces que debemos entregarnos a la misericordia de Dios y dejar
que Él nos sostenga.