Con la esperanza de ganar un premio
récord de 640.000.000 de dólares, los norteamericanos gastaron unos
1.500.000.000 para comprar billetes de lotería para un sorteo interestatal. Las posibilidades de ganar eran la sombrosa cantidad de 1
en 176.000.000, pero la gente formaba fila en los supermercados, las
gasolineras y las cafeterías para comprar una chance de enriquecerse. Algo en
nuestro interior nos hace pensar que el dinero resolverá los problemas y
mejorará nuestra vida.
Un personaje de la Biblia llamado Agur
tenía una perspectiva diferente sobre las riquezas cuando le pidió a Dios que
le otorgara dos peticiones antes de morir.
En primer lugar, solicitó: «Vanidad y
palabra mentirosa aparta de mí» (Proverbios 30:8). La integridad es clave para
vivir sin ansiedad. Cuando no tenemos nada que esconder, tampoco hay nada que
temer. El engaño esclaviza, pero la honestidad libera. Segundo, declaró: «No me
des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario» (v. 8). La satisfacción
brota al confiar en la provisión de Dios y aceptar con gratitud lo que Él nos
proporciona. Al hablar del Creador, Agur señaló que el Señor «… afirmó todos
los términos de la tierra […]. Él es escudo a los que en él esperan» (vv. 4-5).
La integridad y el contentamiento son
riquezas del alma al alcance de todos. A nuestro Señor le agrada conceder esos
tesoros a todos los que le piden.