Pablo tuvo que confrontar a Pedro porque este
había puesto en peligro la gracia (Gálatas 2:11-16). Pedro había estado
compartiendo con los gentiles, pero, cuando llegaron los judaizantes (que
profesaban que los pecadores eran salvos por creer en Jesús y, además, por
cumplir la ley de Moisés), se alejó de ellos. Los marginó, aunque decía ser uno
con ellos. Al ver esa hipocresía, Pablo, con amor y vehemencia, confrontó a
Pedro porque se había acobardado ante un sistema legalista que carecía de poder
para cambiar vidas. Enérgicamente, le recordó que la gracia lleva a la libertad
de la esclavitud del pecado y a la obediencia a Dios.
Tener conversaciones valientes con otros
creyentes puede ser difícil, pero fomentan la pureza y la unidad. Podemos
cumplir con nuestra responsabilidad mutua de hablar la verdad en amor (Efesios
4:15) al andar en el poder del Espíritu Santo.
Una palabra apropiada
puede decir mucho. (RBC)