A veces, las verdades simples son las
mejores. Cuando le pidieron a Karl Barth que resumiera en una frase la
conclusión de toda una vida dedicada a la teología, respondió: «¡Cristo me
ama!». Algunos dicen que agregó: «Su Palabra dice así».
Es evidente que Dios nos ama, ya que entregó
a su Hijo para rescatarnos. Cristo murió en la cruz para quitar la carga de
nuestro pecado. Después, resucitó para darnos nueva vida en Él. ¡Qué amor
asombroso! Como declara Juan: «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que
seamos llamados hijos de Dios…» (1 Juan 3:1).
Desde luego, el amor de Jesús por nosotros no
es un apósito ni una cura mágica para todos los problemas de la vida, sino la
verdad sin igual de la que podemos depender siempre para disfrutar de la paz de
Dios y tener una vida con propósito.
Lo más maravilloso de
todo: Pensar que Dios me ama. (RBC)