Pablo Casals era considerado el violonchelista más destacado de la
primera mitad del siglo xx. A mediados de su décima década de vida, mientras
todavía ejecutaba su instrumento, un joven periodista le preguntó: «Señor
Casals, usted tiene 95 años y es el mejor violonchelista que ha existido. ¿Por
qué sigue ensayando seis horas por día?».
¡Qué actitud tan excelente! Como creyentes en Cristo, nunca
deberíamos estar satisfechos, pensando que hemos alcanzado algún
autoproclamado pináculo de éxito espiritual, sino continuar creciendo «en la
gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…» (2
Pedro 3:18). En Juan 15:16, Jesús nos recuerda que Él nos escogió para que
vayamos y llevemos fruto. El resultado de un crecimiento saludable es seguir
dando fruto espiritual durante toda la vida. Nuestro Señor promete: «Yo soy la
vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto» (v. 5).
Si progresamos de manera fiel y constante para parecernos cada vez más a
Aquel a quien amamos y servimos, podemos confiar en que el que comenzó en
nosotros una «buena obra» continuará realizándola hasta que esté completamente
terminada el día que Él regrese (Filipenses 1:6).