Las loterías oficiales existen en más
de 100 países. La atracción de enormes premios de dinero ha creado en muchos la
idea de que todos los problemas de la vida se solucionarían «si uno se gana la
lotería».
La riqueza en sí no tiene nada de malo,
pero puede llegar a engañar al hacernos pensar que el dinero es la respuesta a
todas nuestras necesidades. El salmista lo expresó desde otro punto de vista:
«Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza. Me
regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras» (Salmo 119:14,
16). Este concepto de riqueza espiritual se centra en obedecer a Dios y andar
en «la senda de [sus] mandamientos» (v. 35).
¿Qué tal si nos entusiasmara más
obedecer la Palabra de Dios que ganar un premio de millones? Podríamos orar con
el salmista: «Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia. Aparta
mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino» (vv. 36-37).
La riqueza de la obediencia (la
verdadera riqueza) les pertenece a todos los que caminan con el Señor.
El éxito está en conocer y amar a Dios. (ODB)