¿Sabías que los microbios que tienes en
una mano superan la cantidad de personas que habitan la Tierra? ¿O que millones
de ellos pueden encontrarse en el ojo de una aguja? Estos organismos vivientes
unicelulares son demasiado pequeños para verlos sin un microscopio; aun así,
viven en el aire, la tierra, el agua e, incluso, nuestro cuerpo. Interactuamos
constantemente con ellos, aunque su mundo está completamente fuera de nuestra
percepción.
Las realidades del mundo espiritual
también suelen ser invisibles para los seres humanos, tal como lo descubrió el
profeta Balaam. Mientras viajaba por el camino junto con sus dos siervos, su
asna «vio que el ángel del Señor estaba en el camino, y que en la mano tenía
desenvainada la espada» (Números 22:23 rvc). Para no toparse con el ángel, el
animal se desvió hacia un campo, aplastó el pie de Balaam contra una pared y se
echó con el profeta aún sobre su lomo. Balaam se enojó y azotó el asna. No se
dio cuenta de que estaba ocurriendo algo sobrenatural… hasta que Dios le abrió
los ojos (v. 31).
La Biblia nos enseña que existe un
mundo espiritual, y es posible que, a veces, nos encontremos con realidades de
esa esfera, tanto buenas como malas (Hebreos 13:2; Efesios 6:12). Por esta
razón, se nos exhorta a estar alertas, preparados y en oración. Tal como Dios
gobierna el mundo que vemos, también lo hace en el invisible.
Todo lo visible y lo invisible está bajo el poder soberano de Dios. (ODB)